CHINON
Desde hace tiempo prefiero los vinos espumosos y los blancos antes que muchos tintos españoles. Éstos, casi siempre iguales en los últimos años, resultan muy carnosos, vigorosos, estructurados y en demasiadas ocasiones “cargados” de madera.
En un reciente viaje vinícola a Francia, he visitado algunas zonas productoras como Buzet, Bergerac o Marmande, en las que las variedades girondinas tannat, cabernet franc y merlot, se manifiestan plenamente y ofrecen vinos sedosos, aterciopelados y frescos. Si se consumen jóvenes los aromas de las violetas se mezclan con las frutillas rojas de la zona de manera que no es difícil despacharse una botella entera con un buen queso, un foi gras de la Gascuña o el magret de pato que abunda en las granjas próximas de la tierra de D’Artagnan.
De los vinos del Loira aún se puede hablar más y quizá mejor, si cabe; así los bourgueil, vouvray y por supuesto el riquísimo chinon han conseguido mi reencuentro, nunca perdido del todo, con los tintos. Nuevamente el cabernet franc en los tintos y el sauvignon en los blancos resultan reconfortantes, amables y tan golosos que es imposible parar de beber ante una buena especialidad culinaria de la zona.
Por cierto, los precios en los muchos y bien surtidos supermercados de ambas zonas – sur oeste y Loira – se mueven entre los 2,5 y los 6 euros en la gran mayoría de los vinos expuestos en sus anaqueles. Es como el paraíso de los aficionados. En España el consumo sigue bajando; es normal, claro.
Categoría: La opinión de Juan Barbacil