EL TUBO DE ZARAGOZA, UN GUSTO
Da gusto darse una vuelta por El Tubo zaragozano, ver su ambiente, sus establecimientos y, por supuesto, disfrutar de sus tapas, sus vermuts y de la simpatía de muchos de los propietarios de los bares y restaurantes. Recuerdo la época en que íbamos a comer bocadillos de calamares rebozados expuestos en sus vitrinas. Siguió una época triste y oscura con la degradación que hizo que en gran medida el intríngulis de calles se tornase poco apetecible.
Afortunadamente Guillermo de Casa Pascualillo y la familia Almau tiraron del carro, cabezudos, cabezotas como buenos maños, pensaron que aquello no podía ser e iniciaron una batalla, todavía en marcha que ya está dando sus excelentes frutos pero que no ha terminado. Sigue habiendo cosas por hacer, “es el cuento de nunca acabar”, comentan, pero ahora ya es una gozada saborear algunas de las mejores tapas de la ciudad, de la estética más castiza de la ciudad.
Hay nuevos proyectos como la recuperada Casa Lac en manos de Ricardo Gil, zaragozano de adopción; la apuesta de la familia de Kiko Puig hasta hace poco propietario del restaurante La Mar, y su “I gamberetti”, bar especializado en gambas. Y, por supuesto, Almau con su ingenio, su imaginación desbordante que despliega cada día envuelta en una bonhomía digna de mención
Algunas marcas de gran relevancia en el sector lo tienen claro y si añadimos los festivales de El Tubo apoyados por Coca Cola, las jornadas de la trufa con Freixenet y el apoyo incondicional de cervezas La Zaragozana al proyecto no es de extrañar que el mismísimo Bigas Luna director artístico de El Plata lo venda y lo venda bien allá donde va.
Categoría: La opinión de Juan Barbacil